Dice el sabio refranero que de todo se aprende, pero hay que tener la atención necesaria, porque la lección puede estar escrita en cualquier detalle o en cualquier conversación.
Vimos la final de la copa de Europa en mi casa con mi padre, mi hermana con sus chavales y mi cuñada con su familia, mi cuñado y mi suegra: en total doce atléticos y mi valiente suegra madridista, a la que no dejamos disfrutar demasiado.
Después del duro comienzo, nos fuimos reponiendo, fuimos creciendo y creyendo…llegamos a pensar que lo teníamos en la mano, pero al final… bueno el final ya es conocido por todos…supongo.
Mi reacción ante el porrazo fue de cabreo monumental, bloqueo y desesperanza. El hecho de ser el único equipo del mundo que ha perdido sus primeras tres finales de la copa de Europa, y las tres de una forma tan cruel, me hacía sentir muy mal y terminé construyendo historias sobre los buenos y los malos, los malditos y los benditos o sobre la leyenda del Pupas… en fin pensamientos muy poco racionales y todavía menos edificantes.
El lunes mi hijo se levantó para ir al instituto y se puso su camiseta rojiblanca. Yo le quise hacer ver que a lo mejor no era el día, pero él no me hizo caso y se marchó muy convencido.
A su vuelta me contó que sí… que había habido mucho cachondeo, y que una de las bondades más repetidas fue que “llevaba en la mano tatuadas todas las champions del Atleti” ( ya tienen mala uva los niños… ), pero él venía tan pancho. Me dijo que estaba orgulloso, porque merecimos ganar y que la próxima será nuestra seguro.
La tranquilidad y el convencimiento con el que me lo dijo me hizo inmediatamente cambiar el punto de vista y reflexionar. Hay muchos conceptos aprendidos e interiorizados durante mi desarrollo profesional, que no solo aplico en estrategia empresarial sino en los que creo, y que debido a las pasiones que crea el fútbol, y muy en particular nuestro Atleti, estaba poniendo en tela de juicio de forma incoherente e infantil. Ahí van unos cuantos:
- La línea que separa la victoria de la derrota es a menudo mucho más estrecha de lo que parece.
- El esfuerzo, la fe y la superación generan orgullo, sensación del deber cumplido y sentimiento de pertenencia, pero no siempre aseguran la victoria. Siempre puede haber competencia con más talento o con más capacidad. Excepcionalmente se presentan ocasiones, en las que aún siendo el mejor, la victoria también se te escapa.
- Las victorias y las derrotas forman parte del camino, debemos estar preparados prepararnos para gestionar las dos sin que nos desorienten. El fracaso depende más de una mala gestión de la derrota que de la propia derrota. Igualmente una victoria mal gestionada puede terminar siendo un
- Ante la derrota no vale de nada lamerse las heridas. Hay que levantarse cuanto antes, sacar las lecciones oportunas, y volver a trabajar, a crecer, a creer, a ilusionarse y a pelear.
- La suerte no existe, y si existiese habría que buscarla y no envidiar al que la tenga.
- Fija tus retos y expectativas de superación en función de tus capacidades reales y celebra su superación. Cuando estés compitiendo por encima de tus posibilidades, aprende y disfruta, pero no te permitas olvidarlo.
- Para crecer hay que aprender y para ello estar muy atento, porque las lecciones importantes suelen llegar en momentos intrascendentes y pueden salir de cualquiera de las personas que nos rodean. Desde luego mi hijo me dio ayer una que no creo que se me olvide… y no es la primera.
Si hacemos las cosas bien, y seguimos la línea de crecimiento de los últimos años, seguro que el año que viene somos los campeones. Y seguro también que habrá quién me recuerde que me lo dijo. Y sino, una vez más disfrutaremos con la pasión y el orgullo que nos genera habernos colado en la fiesta de los grandes sin tener invitación, pero por nuestros propios méritos.